jueves, 17 de enero de 2013



CAPITULO 1

TODA mujer desdeñada necesitaba un nuevo comienzo y lali había volado desde Sídney a Vancouver para tenerlo.                                                           Ahora ya ni nada ni nadie podrían interponerse en su camino. Tenían que dejarlo intentarlo.                                                                                                       Se coloco la chaqueta de su traje, se estiro la falda y se acerco al mostrador de la recepcionista, un semicírculo de mármol negro con las palabras: algo salvaje grabados en la parte delantera con grandes letras plateadas.        

Lali: hola soy lali esposito he venido a ver al señor lanzani                     

La recepcionista, una fría rubia que parecía salida de una portada del Vogue, le señalo una silla cercana

¿?????: Siéntese. Le diré al señor lanzani que está aquí

Ignorando los nervios que atenazaban su estomago, se sentó en el borde de la silla para no arrugarse la falda. Por suerte. Había tenido la sensatez de llevar algunos de sus trajes de diseño antes de huir de su antigua vida, y el hecho de llevar su ajustado traje negro de raya diplomática le dio algo de estabilidad a su mundo, que había quedado patas arriba había unas semanas. Su mente se dejo llevar por los recuerdos durante una milésima de  segundos… ¿solo habían pasado tres semanas desde que había descubierto que las personas en las que había creído le habían mentido?¿que la gente que más admiraba, la gente que quería, estaba viviendo una farsa?
Sintió calambres en los dedos por estar sujetando el bolso con tanta fuerza, y decidió ignorar esos recuerdos; sobre todo ahora que tenía que enfrentarse a esa entrevista.  Su futuro dependía de ello
Mas le valía concentrarse en ensayar mentalmente el discurso que soltaría, en revisar cada detalle que había aprendido de algo salvaje, la empresa de renombre mundial famoso por sus viajes por los rincones más inexplorados de Alaska.                                                                                                                   Gracias a Agustín lanzani, el célebre ejecutivo que la había entrevistado en Australia como parte del elaborado proceso de selección, tenía una oportunidad de conseguir el trabajo. El había dejado claro que la empresa de su hermano, algo salvaje, aceptaba muy pocos candidatos y que esperaba lo mejor de sus empleados; de modo que ahí estaba, dispuesta a impresionar al director de la compañía, a conseguir su primer empleo y a dar un paso de gigante por el camino que la llevaría a alcanzar su sueño.                                                Su sueño. No el de sus padres. No el de su ex prometido. El suyo

¿¿¿¿¿: El señor lanzani la recibirá ahora. Pase por esa puerta

La recepcionista señalo detrás de su hombro izquierdo y lali se levanto y le dio las gracias con una sonrisa y fingió una valencia que no sentía, a pesar de estar deseosa de dar el primer paso hacia la reconstrucción de su vida.
Después de empujar la pesada puerta de cristal, entro en otra sala de espera que daba a un interminable pasillo. Se quedo de pie unos minutos rodeada por un silencio que la intimido más de lo que quería admitir, pero no había recorrido medio mundo para sentirse frustrada en ese punto, ¡ni hablar! Ese empleo era suyo, costara lo que costara. Sin embargo, a medida que pasaban los minutos, su impaciencia aumentaba.
Había sido una persona impaciente desde que podía recordar: mientras esperaba a que llegaran los cincuenta invitados e su sexto cumpleaños al luna park; mientras esperaba que le regalaran su primer poni, su primer piano, su primer viaje a Disneylandia, todo ello antes de que cumpliera los diez años. Mientras esperaba a tener su propia sala de cine con aparatos de última tecnología cuando apenas era una adolecente, y después, mientras  esperaba a tener su primer porsch, su primer purasangre y hasta poco, mientras esperaba a que el hombre de sus sueños se casara con ella para el final terminar descubriendo que ese mismo hombre se había convertido en su peor pesadilla.                                                                                                                             Lo suyo no era esperar. Ahora por fin tenía una oportunidad de hacer bien las cosas, de hacer las cosas de otro modo, de seguir sus propios sueños. ¡Al cuerno con esperar! Había llegado el momento de actuar.                                                             Con los labios cerrados en un gesto de exasperación, recorrió el pasillo a la vez que se fijaba en los despachos vacios que iban mermando su paciencia.                                   

¿????: Puedo ayudarte                                                                                                                   

se giro y el pulso se le acelero. Que la pillaran fisgoneando en su posible nuevo trabajo no era un buen comienzo. Con la esperanza de salir de apuros, sonrió y levanto la mirada, y al ver a ese tipo delante de ella el ritmo de su pulso aumento más todavía.                                                                                                                           <<hombre más bueno. Hombre más bueno>> esas fueron las palabras en mayúscula que se le pasaron por la cabeza; tan grandes como las del cartel de Hollywood  que había visto en los ángeles cuando era pequeña, cuando su vida había estado libre de preocupacione ese hombre tenía un rostro anguloso, unos esculpidos pómulos y una mandíbula afilada. Rezumaba poder y parecía que había salido de una valla publicitaria que anunciaba ejecutivos atractivos, capto la breve imagen de un cabello negro, unos brillantes ojos verdes, un amplio pecho y un traje de chaqueta azul marino, antes del que el rostro de hombre volviera a requerir su atención, sin embargo le costó mucho apartar la mirada de ese pecho….un pecho que sería la envidia de superman  ¿de verdad los hombres tenían unos pechos así de esculpidos? Hasta ahora había dado por hecho que era fruto de la imaginación de alguna creadora de comics, de alguna creativa y muy imaginativa creadora de comics.                                                                                  De nuevo sintió el estomago agarrotado, y supuso que se debía a los nervios previos a una entrevista de trabajo. De ningún modo su reacción podía ser una respuesta hormonal ante un tipo que tendría montones de mujeres cayendo a sus pies solo con guiñar unos de eso verdes ojos. Ella ya se conocía a esa clase de hombros ¡y tanto que los conocía!

continuara..............................

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